Reseña de libro
Yuval Noah Harari. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad.
Editorial Debate. Ciudad de México, undécima reimpresión 2017. p 492
Paul Antonio Córdoba Mendoza1
El texto de Harari narra en un nivel macro como la historia de la humanidad, desde
la aparición en la tierra del género homo, ha pasado por tres grandes revoluciones
teniendo al sapiens como actor principal (ya que este triunfó sobre otras especies
humanas ya extintas). Primero, la revolución cognitiva hace unos 70.000 años;
segundo, la revolución agrícola que logra acelerarlo hace 12.000 años; y tercero, la
revolución científica puesta en marcha hace apenas 500 años. Es a lo largo de estas
tres etapas, que el autor analiza de manera amplia la historia de esta especie,
utilizando para ello, un lenguaje sencillo, así como argumentaciones muy
provocativas.
El autor, haciendo acopio de diversas teorías científicas aceptadas y otras aún por
verificar, desarrolla el texto intentando develar una gran interrogante: ¿Cuál fue el
secreto de los sapiens que les permitió gobernar el planeta? Dicha pregunta le
permite conjeturar como posible respuesta que “…el homo sapiens conquistó el
mundo gracias, por encima de otras especies, a su lenguaje único y su capacidad de
trabajar y cooperar de manera flexible y en masa” (Harari, 2017, pág. 32).
Con el objetivo de hacer evidente su conjetura analiza la aparición de nuevas
maneras de pensar y comunicarse entre 70.000 a 30.000 años atrás. Es en este
periodo de tiempo, donde se da la invención de barcas, lámparas de aceite, arcos,
flechas y agujas para coser cálidos vestidos. Otra señal de la revolución cognitiva
es el lenguaje (capacidad lingüística básica de nuestra especie) inicialmente usada
como método de supervivencia ya que, por medio de este, pudieron ser capaces de
comunicarse y así evitar el peligro, evolucionando luego, como medio para
compartir información sobre el mundo.
1 Profesor e investigador del Instituto de Estudios Nacionales de la Universidad de Panamá.
Coordinador del programa de Maestría en Ciencias Sociales con énfasis en Teorías y Métodos de
Investigación. Miembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI). Correo electrónico:
pacm1977@gmail.com.
Recibido 19/IV/19 Aceptado 20/V/19
Para Harari, estos logros “…fueron producto de una revolución en las capacidades
cognitivas de los sapiens” (Harari, 2017, pág. 34).
El texto pone de manifiesto que la característica única de nuestro lenguaje no es la
capacidad de transmitir información sobre hechos observables (describir la
realidad), sino más bien es la capacidad de transmitir información acerca de cosas
inobservables (realidades inventadas): leyendas, mitos, dioses y religiones que
aparecen con la revolución cognitiva. Estas ficciones se hacen más útiles con la
fundación de grandes ciudades con miles de habitantes ya que al crear y creernos
colectivamente mitos como la historia bíblica de la creación y los mitos
nacionalistas de los estados modernos, entre otros, somos capaces de cooperar
flexiblemente (razón por la cual los sapiens dominan el mundo); pero también nos
lleva a obedecer y seguir reglas, normas, valores compartidos, incluso sin
conocernos, lo cual para Harari nos ha llevado a que “…desde la revolución
cognitiva, los sapiens han vivido en una realidad dual. Por un lado, la realidad
objetiva de los ríos, árboles y leones; y por el otro la realidad imaginada de los
dioses, las naciones y las corporaciones.” (Harari, 2017, pág. 46).
En cuanto a la revolución agrícola, esta cierra el ciclo de una sociedad dominada
por cazadores-recolectores nómadas, y abre paso a otra sociedad dominada por
agricultores sedentarios. Esta tiene su inicio alrededor de 9.500 a. C. -8.500 a. C.
en el sudeste de Turquía, oeste de Irán y el Levante. Es en este periodo en que los
sapiens, dedican la mayor parte de su tiempo a “manipular” la vida de unas pocas
especies de plantas y animales: trigo, cabras, guisantes, lentejas; olivos hacia 5.000
a.C. y los caballos hacia 4.000 a.C.
Se destaca la importancia de la revolución agrícola en la ampliación de la suma
total de alimentos a disposición de la humanidad, y en el aumento de la población,
pero a pesar de ello, “…el alimento adicional no se tradujo en una dieta mejor o en
más ratos de ocio” (p. 98). Tampoco ofreció seguridad contra la violencia, toda vez
que, los agricultores tenían más terrenos para plantar, pero muchas veces eran
objetivo de incursiones de vecinos ocasionando disputas. Para Harari, las
investigaciones recientes han mostrado que, para este periodo, la violencia humana
era la responsable de un 15% de las muertes. Por todo esto, Harari considera a la
revolución agrícola el mayor fraude de la historia, cuya esencia significó “…la
capacidad de mantener más gente viva en peores condiciones” (Harari, 2017, pág.
101).
Es cierto que la revolución agrícola produjo excedentes de alimentos, una nueva
tecnología del transporte y la creación de grandes aldeas, pueblos y ciudades, todas
unidas por nuevos reinos y redes comerciales que permitieron ordenar la
producción y la distribución. Para lograr desarrollar todo esto, la cooperación y las
normas sociales que la sustentaban “…no se basaban en instintos fijados ni en
relaciones personales, sino en la creencia en mitos compartidos.” (Harari, 2017,
pág. 124).
Lo anterior puede objetivarse en el código de Hammurabi, el cual afirma que el
orden social era fundamentado en principios universales guiados por la justicia,
dictados por los dioses. Es debido a este tipo de argumento que se sustenta por
“designio divino” la existencia de distintos niveles de jerarquía social: hombres
superiores (reyes, sacerdotes, administradores, grandes propietarios), los plebeyos
y los esclavos, lo que trae como resultado la exclusión y la explotación de las
grandes masas trabajadoras.
Los distintos niveles de jerarquía pasaron de ser una realidad inventada y trasmitida
de manera oral con el nacimiento de la escritura. Por ejemplo, los sumerio empiezan
a escribir signos más allá de los matemáticos, transformando su escritura en una
más completa, que hoy se conoce como cuneiforme “…Hacia 2.500 a.C., los reyes
empleaban la escritura cuneiforme para emitir decretos y los sacerdotes para
registrar oráculos”. (Harari, 2017, pág. 146). Esto implicó el desarrollo de escuelas
para escribas y con ello, se abre paso a un proceso de construcción de
procedimientos racionales como: archivos, catálogos, recuperación de escritos, el
uso de diccionarios, calendarios, formularios y tablas.
Al analizar las asimetrías sociales de las sociedades agrícolas, Harari deja en
evidencia que diferentes sociedades adoptan diferentes tipos de jerarquía
imaginada. Pero hay una que es común a todas las sociedades conocidas: la
jerarquía del género mostrando que “…En todas partes la gente se ha dividido en
hombres y mujeres. Y casi en todas partes los hombres han obtenido la mejor tajada,
al menos desde la revolución agrícola.” (Harari, 2017, pág. 165). Con esto el autor,
da cuenta de que dicha desigualdad se ha tratado históricamente de legitimarse
como el “orden natural de las cosas, pero que ni es orden, ni es natural, por el
contrario, debe considerarse una forma de dominio de unos grupos sobre otros.
Pasada la revolución agrícola, las sociedades crecen más y se hacen mayormente
complejas por lo que, también los constructos imaginados que sostienen el orden
social se tornan más refinados.
A ese mecanismo productor de orden, el autor lo conceptualiza como instintos
artificiales y son estos los que permiten que millones de extraños cooperen de
manera efectiva y que hoy conocemos como cultura.
Yuval Harari concluye su libro analizando la revolución científica que se ha
desarrollado desde los últimos 500 años. Para este autor, la ciencia es una empresa
modelada por intereses económicos, políticos y religiosos que ha avanzado en gran
parte debido a la disposición de gobiernos, empresas, fundaciones y donantes
privados que han donado y siguen donando millones de dólares a la investigación
científica. Lo anterior no se debe a una visión altruista sino a intereses de
dominación. Por ejemplo, en el siglo XVI, reyes y banqueros dedicaron enormes
recursos para financiar expediciones geográficas alrededor del mundo. Esto se
debió a que ambos suponían que el descubrimiento de un nuevo conocimiento
geográfico les permitiría conquistar nuevas tierras, así como establecer imperios
comerciales (Harari, 2017, pág. 301).
Con base en lo anterior, Harari resume que la investigación científica y sus
descubrimientos solo pueden florecer en alianzas con alguna ideología o religión.
La ideología es la encargada de justificar los costes de la investigación e influye
sobre lo que es o no prioritario científicamente y los diferentes usos que se les dan
a los descubrimientos. Para cerrar esta reseña, el texto deja entrever a lo largo de
toda su narrativa que hace 70.000 años el homo sapiens pasó de ser un animal
insignificante proveniente de África para “…convertirse en un dios a punto de
adquirir no solo la eterna juventud, sino las capacidades divinas de la creación y la
destrucción” (Harari, 2017, pág. 455)
De animales a dioses. Breve historia de la humanidad de Harari se ha convertido en
un escrito original, provocativo y digno de leer, ya que muestra una visión diferente
sobre el papel del homo sapiens en la tierra. A su vez, los 10 millones de textos
impresos son una evidencia clara de su aceptación al menos para el debate de sus
hipótesis y teorías diversas por parte de la comunidad científica y del público en
general.